miércoles, 26 de septiembre de 2012

Una cita en el Crepúsculo


Y ahí estaba yo, como cada tarde cuando el sol caía a esconderse de tras del horizonte. El parque que estaba a la vuelta de la calle de mi hogar, tenía muy buena vista para observar aquella escena tan hermosa de cada día. Pero a pesar de ser algo tan repetitivo, siempre era distinto. El viento soplaba, las estrellas comenzaban a aparecer, y yo, sentada bajo el árbol de siempre, esperando que la noche llegara.

Aún cuando lloviera, nevara, hiciera mucho calor o hiciera frío, ya que yo siempre tenía una cita ahí, siempre esperaba a mi mismo acompañante, y como siempre, él llegaba con puntualidad a ese lugar. Siempre lucía igual, con su color rojizo, naranja y posteriormente obscuridad, pero siempre se veía espectacular.

En una de todas esas citas, recuerdo bien cuando lloraba. Las lágrimas rodaban por mis mejillas, la desilusión era algo deprimente. Llorando y confundida observe como siempre aquel atardecer, ahora con una enorme confusión. ¿Cómo era posible que el sol pudiese llevar siempre una misma rutina y no cansarse de lo mismo? ¿Por qué no perdía su camino? Mire hacia las nubes, esa tarde estaba el clima templado. Me encontraba perdida y fuera de mi camino.

— ¿Estás bien? — Me dijo un chico que se acercaba a mí que vestía ropas andrajosas y sucias.

—Sí, ¿Por qué no debería estarlo? — le dije sin mirarlo y con la mirada foja al hermoso Crepúsculo.

El chico se quedó en silencio por un momento y se sentó a mi lado. Me desesperaba que las personas hicieran eso, ¿Qué no podía simplemente decir lo que quería e irse?

Las personas me consideraban una persona desagradable y muy pocos en realidad estaban a mí lado. Pero él no, él simplemente se sentó ahí mirando el anochecer a mi lado. Hasta que me vi obligada a hablar.

— ¿Qué es lo que quieres? —dije en tono cortante, esperando que entendiera que me molestaba su presencia.

— ¿Yo? Nada—dijo de igual manera — ¿Y tú?

Me quede callada y molesta, era obvio que no entendió la indirecta.

—No me agrada tu presencia aquí, vete — lo agredí, esperando que así comprendiera que no lo quería cerca.

Me ignoró completamente.

— ¿Oíste lo que te dije? ¡Quiero que te vayas!

Siguió sin poner atención en lo que le decía.

—No planeo quedarme aquí a pelear contigo. Si tú no te vas, yo me iré.

Me puse en pie, y me fui lo más rápido posible del parque. Estaba muy enfadada con ese suceso, después de 5 años en que visité siempre el Crepúsculo, ese día no pude verlo completo. Ya no tenía nada más que hacer, solo me arroje sobre mi cama y dormí.

Al día siguiente, rogué desde muy temprano que cayera la noche, contaba las horas, los minutos e incluso los segundos hasta que fuera la hora de ir al parque. Deseaba con toda el alma descansar bajo aquel árbol, mientras veía caer la noche. Poco a poco se acercó el momento, y por fin, fui a visitar aquel mismo lugar.

Estaba muy alegre, el día era muy agradable, pero toda aquella felicidad se opacó al ver al chico de un día anterior. Me puse de malas, quería maldecir todo, pero ésta vez, ni él ni nadie lograría correr de ese lugar jamás. Fingí no verlo ahí.

Pasó un buen rato, él estaba sentado a un escaso medio metro de mí, como una estatua inerte. Miraba al horizonte fijamente. Esta vez algo llamo mi atención, el chico traía la misma ropa de antes. No resistí nuevamente aquel silencio y le hable.

— ¿Puedes decirme por qué estás aquí? — pregunté con tranquilidad.

—No lo sé —respondió.

— ¿Cómo puedes no saberlo?­

—Pues realmente no lo sé, llevo mucho tiempo vagando, todos fingen no escucharme, ignoran mi presencia, y caminan sin ayudarme.

—Pero yo no lo he hecho, yo sé que estas aquí, te veo, te escucho ¿En qué quieres que te ayude?

—Tal vez tampoco puedas ayudarme, ya que ni tú misma puedes ayudarte.

Eso me confundió.

— ¿A qué te refieres con eso? —dije.

—Solo mírate, vienes aquí todos los días, te sientas, miras el crepúsculo y siempre haces lo mismo, todos tus días pasan uno igual al otro, siempre atada a un mismo día, un mismo recuerdo, y tan solo eso, un recuerdo — dijo como si me conociera de siempre.

— ¿Cómo puedes decir eso? Tú ni siquiera me conoces, ¿Cómo sabes que siempre hago lo mismo? —dije molesta.

—Simplemente lo sé porque somos iguales, seguimos un mismo destino.

—Eso no es verdad, no puedes ser igual que yo, ¿Cómo te atreves a insultarme así? No quiero que me compares contigo —sentí miedo, parte de mí insistía en que el chico tenía la razón en lo que decía. Por otra parte, no podía saber si estaba en lo cierto si ni siquiera comprendía lo que me quería dar a entender.

—Tú sabes que lo que digo tiene mucho sentido. ¿Acaso no te das cuenta? Al igual que yo, eres simplemente un recuerdo, ya no eres quien eras antes, ahora simplemente eres un recuerdo. Hace 5 años que has estado vagando, eso lo sé. Vienes aquí porque siempre deseaste ver caer la noche aunque tus ojos no veían. Ahora, al igual que yo, solo eres un recuerdo del pasado sin encontrar tu camino.

—Estás loco, déjame tranquila. No estoy muerta, no puedo estar muerta —grite y salí corriendo.

Era imposible que estuviera muerta, si estuviera muerta, no podría hablar con nadie más. Pensé por un momento en las personas con las que últimamente había hablado, y no había nadie, todos ignoraban lo que les decía, y esa era la causa por la que me aislé de todo. Y de ello tenía 5 años, todos me habían dejado de dirigir la palabra después del accidente del auto.

Me aterre, no quería aceptar que estaba muerta, pero comencé a creerlo,

Estaba perdida, necesitaba aliviar mi dolor, corrí por mucho rato, pero me di cuenta que en ningún momento salí del mismo lugar, siempre rodee el parque, corriendo en círculos. Me era imposible salir de ahí, ni por más que lo intentará lo logre.

Caí de rodillas al suelo al sentirme desesperada.

— ¿Te das cuenta de la verdad? No puedes salir de aquí sola. Necesitas ayuda, y yo puedo ayudarte, ambos saldremos de aquí juntos e iremos al más allá ¿Te parece? —dijo extendiéndome su mano.

Lo miré a los ojos, sus ojos mostraban sinceridad y me ayudó a confiar en él.

—Sí, lo he comprendido, y no quiero ir sola, vamos juntos.

Ambos caminamos sujetados de las manos con fuerza hacia el horizonte, caminamos con firmeza hasta el final del Crepúsculo.

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